"Como víctima de violencia vicaria creí que la Justicia sería mi refugio, pero no"

Soy víctima, junto a mis hijos, de violencia vicaria. Esa violencia en la que el progenitor usa a los hijos como armas arrojadizas para inflingir dolor a la madre. En esos momentos de desesperación y angustia que llevo años padeciendo, creí que la Justicia sería mi refugio. Creí que bastaría con contar la verdad para que ella me protegiera.

Pero no fue así. Me dí cuenta de que tenía que seguir defendiéndome dentro de las paredes donde se supone que debía encontrar amparo. En lugar de alivio encontré incomprensión, ineficacia y falta de interés. Papeles que se pierden e informes que nunca llegan. Y, mientras tanto, el tiempo pasa y el maltratador aprovecha los fallos del sistema para seguir haciendo daño.

Cada error es una nueva herida y una prolongación del dolor y la impotencia. Llegas a sentir que la Justicia es su aliada, ya que cuando no actúa, cuando duda, cuando no escucha, está protegiendo al agresor. Y si hoy sigo en pie, no es porque la Justicia me haya salvado, sino porque he aprendido a no rendirme. La Justicia no siempre es justa y escribo esta carta porque contar lo vivido es una forma de resistencia y mi historia -y la de tantas otras mujeres- seguirá recordándolo, hasta que lo sea.