"La filosofía, esa etiqueta que se pega en los productos y servicios que quieren venderse"

Hace unos meses me gradué en la carrera de Filosofía. Durante cuatro años, fui una alumna silenciosa y tímida cuyos profesores nunca escucharon mi voz. Creía que el peso de esa historia repleta de grandes pensadores me adjudicaba un papel de espectadora. Pero estaba equivocada y ese silencio que consideraba humilde se ha convertido en convencimiento y casi activismo en el ámbito sanitario, donde me encuentro trabajando actualmente.

Ahora que la filosofía no es más que una etiqueta que se pega en los productos y servicios que quieren venderse es cuando más sentido puedo encontrarle. Si la filosofía no incomoda, probablemente sea otra cosa: un pseudo-algo que estéticamente queda bien y consigue más clientes. Como un 'greenwashing' del conocimiento.

Cuando me preguntan para qué sirve, trato de responder imitando los diálogos platónicos donde Sócrates desvelaba en su interlocutor el desconocimiento de aquello que creía saber. Desearía ser como un tábano: ese animal que revolotea alrededor de todas las disciplinas y quehaceres para preguntarles incómodamente y picarles con mi aguijón. Aunque también, podría ser fácilmente aplastada con un golpe seco.