"A los jóvenes nos encanta quejarnos"

A los jóvenes nos encanta quejarnos. Esto es lo que he escuchado, al menos. Nos quejamos de tener que estudiar y trabajar a la vez, o del hecho que no lo podamos hacer. Nos quejamos de no tener tiempo para nosotros, de no parar y de las pocas horas que dormimos al día. También de no poder dedicar el tiempo que nos gustaría a las cosas que hacemos y de la exigencia que tenemos sobre nosotros mismos.

Nos angustia nuestro futuro personal, y no tan personal, y la presión que sentimos de hacer las cosas con excelencia, porque nos aterroriza no llegar a nada en la vida, a nada válido y real, o esto decimos. ¡Qué poco que sabemos nosotros, los de la generación de cristal! Nos ofendemos por todo, y es que no se nos puede decir nada. No entendemos lo difícil que lo tenían antes para tener todo aquello que nosotros tenemos a nuestro alcance.

¿No sabemos que encontrar el trabajo de nuestros sueños es muy fácil? Es tan sencillo como llevarle nuestro CV al jefe de la empresa que nos hará ricos. Sí, al jefe jefe, claro, que está deseando saber más de nosotros. Está claro que no tenemos sentido del humor porque, evidentemente, el comentario sobre la persona racializada del metro era una broma y seguro que, de haberlo escuchado, se hubiera reído.

Tanto veganismo y tanta tontería que llevamos encima, si aquel cerdo ha vivido una muy buena vida gracias al hecho que otros se lo comen después. Además, rechazar el bistec de la cena no parará el cambio climático. Ahora, todos tenemos problemas, y es que somos unos desagradecidos que no sabemos lo que eran las dificultades reales que había en un pasado. Deberíamos estar contentos y respetar a los mayores. Vaya, parece que me esté quejando otra vez.