La UE debe reinventarse y escuchar a los ciudadanos

En esta larguísima etapa constituyente por la que está atravesando Europa desde el 2004, nadie ha planteado el Bienestar Europeo como objetivo a conseguir. La Comisión y el Parlamento no han asumido la necesidad de dotarse de un sistema unificado para la protección social y solidaria común, garantizando un nivel de vida digno para todos y cada uno de los ciudadanos que pretenden representar.

Por el contrario, se ha reducido el gasto público, y se han permitido oportunidades de negocio donde antes se reconocían derechos sociales básicos como la sanidad universal, la educación igualitaria y las comunicaciones accesibles. Y ningún sistema, organizado políticamente, ha venido a cubrir estas necesidades para quienes no podamos adquirirlas a precio de mercado. La Unión Europea hasta ahora ha promovido la sustitución de la política por la economía, vendiéndonos a los ciudadanos la inevitabilidad de los recortes sociales en aras de la competitividad económica de los individuos y de las organizaciones, y asegurando que tal sacrificio nos va a otorgar un lugar de privilegio en el sistema mercado-mundo. La cuenta de resultados ha sido el único criterio de evaluación utilizado hasta ahora, en espera de que la acumulación de riqueza generase espontáneamente la solidaridad y la cohesión social suficientes y legitimadoras de la UE política.

Pero si la UE-28 quiere ser ilusionante, debería articular nuevas formas de representatividad para que las decisiones se tomen colectivamente, todas las decisiones, las económicas también. El reto es recuperar la acción política de los ciudadanos europeos, el mercado por sí solo no va a superar las limitaciones iniciales con las que nació la CECA.