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"En este país, ser docente es cualquier cosa menos tener tres meses de vacaciones"

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A1-174478006.jpg / JORDI OTIX

Soy docente en un ciclo formativo de grado medio de sanidad. Formo a jóvenes para que cuiden de otras personas. Trabajo con empatía, con pasión y con respeto. No concibo esta profesión de otra manera. Pero lo que se vive en muchos institutos dista mucho de los valores que el propio Departament d' Educació promueve.

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Una de las competencias clave que se exige al alumnado es el desarrollo personal y la convivencia, que incluye la empatía, la gestión emocional, el trabajo en equipo o el respeto hacia los demás. Pero, ¿cómo puede aprender eso un alumno si lo que ve entre los adultos es justamente lo contrario?

Hay centros donde el profesorado está totalmente desconectado del alumnado, donde las críticas y las faltas de respeto entre compañeros son constantes. Donde los alumnos son solo listas de nombres y las aulas, espacios para pasar el rato. Donde no hay gestión emocional y las direcciones actúan por favoritismo, generando más tensión que soluciones. Donde se valora más tener la documentación al día que el aprendizaje real.

Se quieren aulas en silencio, aunque dentro no ocurra nada; alumnos aprobados, aunque no hayan aprendido; informes perfectos, aunque no digan nada. ¿Qué clase de profesionales estamos formando si no saben ni realizar una tarea básica porque no vinieron esos días pero aun así aprueban, para evitar reclamaciones?

Ser docente en este país es cualquier cosa menos tener tres meses de vacaciones. Es invertir tiempo, emociones, horas no remuneradas y asumir tareas que no nos corresponden, como jornadas de puertas abiertas o actividades fuera de horario. Y cuando alguien dice "basta" queda señalado por no colaborar, porque otro debe cubrirlo.

Así, el conflicto no nace de quien permite el abuso, sino entre nosotros, cuando en realidad, todos deberíamos plantarnos. Porque si no nos cuidamos entre nosotros, ¿que ejemplo estamos dando?

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