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Combatir la palabra disonante o disidente

Manifestants en protesta contra la nova llei de seguretat ciutadana.

Manifestants en protesta contra la nova llei de seguretat ciutadana. / PEDRO ARMESTRE / AFP

El legítimo combate de la palabra disonante disidente no debe venir de ninguna otra fuerza que no sea la de la propia y poderosa palabra; que permite a través de la discusión y el diálogo constructivo, la legítima confrontación de ideas y principios en un marco de libertad.

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Es cobarde pues, quien rehúsa el gran poder de la palabra y se esconde detrás de la fuerza bruta o legal para combatir determinadas disidencias o disonancias fruto simplemente de la libre expresión de un individuo o colectivo, pues con ello denota tanto una gran debilidad como su falta de coraje.

La grandeza del individuo o de ciertas entidades supraindividuales, se puede medir pues  a través de su mayor o menor capacidad de resolver sus diferencias a través de la palabra. Por el contrario, la incapacidad de encontrar en ésta (la palabra) su intrínseco gran poder de diálogo y convicción,  conduce a un irracional uso de la fuerza absolutamente impropio  en cualquier contexto que presuma de libertad.

Huelga recordar que mientras democracia y palabra son sinónimos de libertad, la fuerza se asociaría más a otro antagónico sistema conocido como dictadura.

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