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"Nos apetece lo extraordinario y nos olvidamos del valor de lo cotidiano"

estudio

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Joaquim Montoliu Martínez

Las fechas señaladas acostumbran a ser un aliciente que focaliza la atención de los días precedentes. El deseo de que lleguen y se desarrollen tal como preveíamos, o mejor aún si cabe, hace que en contrapartida restemos, o dejemos de prestar la atención que merece cada día, el hoy, aquí y ahora que con frecuencia consideramos de poco interés por su aparente monotonía. ¡Cómo nos cuesta aprovechar el tiempo que se nos ha dado! Nos apetece lo extraordinario y nos olvidamos de la riqueza que se esconde en lo ordinario. Sublimamos la novedad y minusvaloramos lo que permanece y estabiliza.

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No hay dos días iguales ni momentos que merezcan ser desdeñados. "Cuando menos se espera salta la liebre", dice un refrán refiriéndose a sucesos inesperados. Pero no se trata de apreciar nuestra existencia por las sorpresas que encontramos a nuestro paso, sino de valorar lo cotidiano, sacarle punta a la rutina para que descubriendo sus matices deje de ser una pesadez. Encontraremos muchos motivos para sentirnos agradecidos y cambiará nuestro semblante, dulcificando nuestras facciones.

"Antes de entrar, dejen salir" se advierte en la parte superior de las puertas de los vagones del metro. Estos días nos deseamos "buen año", "feliz año nuevo", "feliz salida y entrada de año"… Celebremos la llegada del año 2024, pero también celebremos lo cotidiano.

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