"Un techo digno no debería significar tener que hipotecar la vida entera"

Pienso en el futuro de mis hijos y no dejo de preocuparme. Vivimos en una sociedad cada vez más individualista, donde impera un capitalismo feroz que cada vez deja menos espacio para la empatía o el bienestar colectivo. Lo veo claramente en el mercado de la vivienda. ¿Cómo podemos permitir que un bien tan básico y necesario como es tener un techo donde vivir se esté convirtiendo en un privilegio cada vez más inaccesible para tantísimas personas?

Existe una clase trabajadora que está logrando cierto bienestar y que repite paradójicamente los mismos abusos de la élite económica. Personas que heredan un piso, olvidando el esfuerzo que hicieron sus padres, a menudo migrantes, y lo convierten en una máquina de rentabilidad.

No debemos perder de vista que la responsabilidad principal es de los legisladores y de los grandes tenedores de vivienda, pero no podemos sumarnos a ese carro bajo el pensamiento de ser “el único ingenuo” que no se beneficia del pastel. Que esa justificación no sirva para silenciar cualquier cuestionamiento ético y esconder una realidad que incomoda y bastante: estamos exprimiendo a otros como alguna vez nos exprimieron a nosotros.

Nuestras acciones individuales suman. El individualismo no debería imperar por encima del bien común. Y mientras tanto, nuestros hijos e hijas se enfrentan a un futuro incierto, donde acceder a una vivienda será un privilegio, no un derecho. No podrán ahorrar para comprarla, y ni siquiera podrán pagar un alquiler sin renunciar a otros aspectos esenciales de la vida.

Un techo digno no debería significar hipotecar la vida entera.