"Si cualquier hombre tiene derecho a hacerte daño gratuitamente, no me sirven los derechos"

Recientemente se ha celebrado, sin recibir apenas atención, el Día Internacional de los Derechos Humanos, una efeméride fijada el 10 de diciembre. Normalmente, las celebraciones se limitan a actos y discursos en la sede de Naciones Unidas. Pero yo querría romper una lanza en favor de ese logro histórico que tanto esfuerzo ha costado conseguir y por el que tantas generaciones de nuestros mayores han luchado.

Un sueño: todos los seres humanos somos iguales, algo que en realidad nunca ha sido verdad, pero que sigue siendo un referente, un ideal al que nos aferramos como el niño se aferra a su peluche durante el sueño. Y en estos momentos aciagos por los que estamos pasando muchas mujeres de este país tras la oleada de escándalos recientes, una vez más quiero enarbolar los derechos de las mujeres.

El derecho a ir vestidas como nos dé la gana. El derecho a que ningún baboso te hable de tu escote en tu puesto de trabajo. El derecho a que ningún imbécil trate de hacer gracias sobre tu físico. El derecho a que tu jefe no te mande mensajes supuestamente amigables y tomándose demasiadas confianzas. Y el derecho a tener la seguridad de que quien lo haga sufra las consecuencias, y de que existe un sistema que te protege.

Porque si cualquier hombre tiene derecho a hacerte daño gratuitamente, entonces siento que los derechos humanos no me sirven para nada.