Carta de un lector: "La vida humana carece de valor si no la compra el mercado"

Revisitando la obra de Sorolla, por la efeméride de su muerte, es obligado pararse en este cuadro, ¡Y aún dice que el pescado es caro! El maestro de la luz retrata a dos pescadores atendiendo a un joven compañero fatalmente herido, en el suelo de la bodega de un barco faenero, mientras uno de ellos le tapona la herida y el otro lo sujeta por los hombros. El realismo de la escena es una denuncia social, en la intención y en la factura artística, muy directa: detrás del pescado que llega a nuestra mesa hay más de lo que vemos y saboreamos, hay mucho trabajo, esfuerzo y riesgo de los que faenan en la mar.

Desde entonces,1894, las cosas parecen haber cambiado mucho, y a peor, porque lo que entonces se denunciaba como lacra laboral ahora es la excelencia profesional. Trabajo, esfuerzo y riesgo son los "principios fundamentales" que utilizan los emprendedores depredadores para definirse a sí mismos y a sus negocios, que esquilman el planeta.

La meritocracia es la coartada perfecta para negar a los trabajadores un salario digno; dentro y fuera del mar los tiburones de las finanzas nadan a sus anchas, defendiendo sus intereses a dentelladas, porque saben que sus beneficios son la acumulación de la riqueza ajena, a la que otros renunciamos solo por la fuerza legal, y al margen de la ley, que se ejerce sobre nosotros.

A ese mar nos hemos lanzado todos, porque es la única alternativa posible -nos dicen-, y nos lo hemos creído, por eso consentimos lo que está pasando en el norte de África, en Oriente Medio, en Ucrania, en nuestras ciudades, en cada barrio y en cada puesto de trabajo: la vida humana carece de valor si no la compra el mercado.