Bartomeu está amortizado, finiquitado, acabado

Cuando se jugaba a fútbol en la calle se elegían los equipos jugador a jugador. El más malo y el gordito quedaban para el final, de portero. Rosell incorporó a Bartomeu, Bartu, como gordito o portero, al equipo que capitaneaba Laporta. Rosell creyó ser el dueño del balón, el del "me enfado y me voy". A Bartu le vendieron la historia de que los dos mejores no pueden jugar en el mismo equipo.Tardó en darse cuenta de que, si le tocaba las narices a algún vecino, le quitarían el balón o no le dejarían jugar.

Bartu hoy está ya amortizado. Finiquitado, acabado. El presidente del Barça es un bonzo. Pasea en llamas por los palcos y auditorios, habla menos de lo que todos desearían, leves llamaradas antes de su extinción. Bartu es ya un presidente en proceso de liquidación, un residuo, alguien que no puede servir a los intereses del club pero tampoco a los de quien lo puso, y este acabará siendo su punto de insostenible vulnerabilidad si antes no acaban los investigadores descubriendo algo más letal.

Bartu ya no puede llevar a cabo ninguna de las dos tareas que Rosell le encomendó. La de llevar a juicio a Laporta y los suyos está ya agotada, y tampoco ha completado los proyectos faraónicos que habían de perpetuarles sin sombras de presunta corrupción. Bartu ya es un presidente seccionado, un protagonista inútil, un relegado quemado con fuego amigo de su junta: algunos no están dispuestos a compartir ese aroma.

A Bartu le costará sobrevivir. Su rueda de prensa intentando justificar lo no escrito sobre la Acción de Responsabilidad fue patética, penosa e incluso injuriante. Está cada minuto que pasa más marcado por decisiones que le lastran y le hacen actuar a trompicones. Un presidente que no solo no hace nada para mejorar la situación del club sino que se empecina en negar la evidencia, calificando de buena la temporada. Crece la indignación por el vergonzoso espectáculo del pacto junto con su amo Sandro que mancha para siempre la dignidad de la institución. Aun así, todavía reptan defensores de la nada que consideran institucional esta actitud de salvaguarda personal, especialistas en refregarse con el poder, propio de quienes se sienten gratificados transitando con él.

La historia, esencia y valores del club están siendo saqueados, mientras determinados ideólogos se disfrazan de avestruz o le aplauden la osadía, que tiene toda la impresión de no ser moral. Bartu es ya lastimosamente una herramienta inútil, un 'finger' roto, cada vez más con un acentuado olor que mancha todo lo que pilla a su alrededor.