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"Quizá el ascenso del PP y de Vox no sea la causa, sino el síntoma"

"Quizá el ascenso del PP y de Vox no sea la causa, sino el síntoma"

Mi amigo y yo estábamos allí, como siempre: él, de ideas socialistas; yo, escéptico. La cafetería nos envolvía en luz y vapor de café; los ruidos de la calle se diluían. Dos tazas humeantes sobre la mesa; una conversación entre complicidad y discrepancia, afecto y verdad. Coincidíamos en muchas cosas, discrepábamos en otras, y aun así la amistad permanecía intacta, sostenida por la libertad de decir lo que pensábamos.

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Él habló del ascenso de Vox y del PP, con tristeza contenida, como quien ve su país deshacerse. Respondí: "Quizá no son la causa, sino el síntoma". Décadas de bipartidismo empujan a la gente a buscar alternativas. Recordé, casi susurrando, la frase de Julio Anguita: "La derecha asciende porque la izquierda no ha sabido hacer políticas de izquierda". No como eslogan, sino como diagnóstico de un país que se agota.

Hablamos de la España que duele: inflación que ahoga, deuda que estrangula, autónomos asfixiados, paro juvenil interminable y la imposibilidad de comprar una casa. Jóvenes obligados a posponer sueños, emigrar o renunciar a su futuro mientras sobreviven. Una dictadura silenciosa que aprieta sin encadenar; la calle arde en resquemor y polarización: el respeto por la discrepancia se ha quebrado.

Pedro Sánchez surgió inevitablemente: frío, calculador, capaz de sacrificar todo por mantenerse. Pacta con lo peor, manipula lealtades y convierte al Estado en instrumentos de su ambición. Los cimientos del Estado comienzan a rechinar bajo sus pies, y aun así permanece indiferente. No dimite; su ambición es un pacto con la permanencia.

Nos miramos, reímos, apuramos el último sorbo, y en ese silencio se reveló una verdad dolorosa: cuando quedarse es supervivencia y los líderes se protegen mientras el pueblo se desgasta, el país no explota: se vacía. Cada talento que se va; cada futuro aplazado; cada joven que no vuelve demuestra que la ambición abandona a todos. España observa recelosa, preguntándose si aún queda algo por lo que valga la pena quedarse.

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