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Mi cuerpo, mi casa

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lluvia-estrellas-sobre-montserrat-una-imagen-archivo-1376135134542 / BCN

El ser humano es exactamente igual que una casa, tiene una parte exterior que enseña al público, y la interior es su piso, su alma, que a veces está sucia y llena de polvo con telarañas; y cada día que pasa está más sucia, tanto, que el polvo no le deja respirar.

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En cambio, hay otros cuerpos que abren las ventanas de su alma y la dejan respirar, limpian sus cristales para que penetre la luz. Pero esta es la parte más peligrosa, porque por ella puede entrar tu dios.

Yo tengo el mío, es chiquito, pero nos entendemos muy bien. Yo le pregunto y él me contesta. Unas veces estamos de acuerdo y otras, discutimos. Pero siempre termino por saber lo que tengo que hacer. Después, simplemente cierro la ventana, limpio mi casa, la dejo reluciente oliendo a limpio, a una paz extraordinaria. Le doy gracias a mi pequeño dios y me quedo tranquila. Este es mi punto de vista, estará bien o mal, pero me siento segura de mis actos.

Repito, el cuerpo humano es exactamente tu casa, tú decides si abres balcones y ventanas y dejas entrar el aire puro; o te encierras y dejas que entren fantasmas, demonios, alimañas, lagartijas y sapos. Con esto conseguirás que tu casa se destruya, se derrumbe, y no puedas salir por ningún agujero.

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