"El feminismo no debería ser un espacio en el que solo caben voces perfectas"

A raíz de las declaraciones de Rosalía sobre no identificarse plenamente con el término feminismo, y tomando de referencia una de las muchas líneas de debate que están presentes en las redes sociales, pienso en el miedo a no hacerlo bien (que, a menudo, recae con más peso en las mujeres). El miedo a equivocarnos. A decir algo que no esté suficientemente matizado, suficientemente alineado, suficientemente informado.

A menudo parece que, por considerarnos feministas, es necesario serlo de una manera impecable. Decirlo todo bien, posicionarnos siempre correctamente, nunca fallar. Una exigencia constante hace que muchas mujeres opten por el silencio. La presión de posicionarse correctamente, sumada a una cultura de la cancelación que castiga más el error que la inacción, acaba teniendo un efecto indeseado: es más fácil no mojarse que asumir el riesgo de hablar. Y eso, lejos de fortalecer la lucha, la debilita.

El feminismo no debería ser un espacio en el que solo caben voces perfectas. También debe ser un lugar de duda, de aprendizaje y de contradicción. Habitarlo, hablarlo, hacerlo real y presente en el día a día.