"Pese al panorama mundial poco halagüeño, sigo convencido de que el ser humano mejora con el tiempo"

Una vez al año, tras las uvas y el cava, me abrazo con mi 'cuñao'; sí, ese que vituperamos y es objeto de mofa el resto del año. Y no es que nos llevemos mal, ni se trate de un gesto impostado. Ese abrazo simboliza la reconciliación entre las enemistades atávicas, el respeto a las diferencias, y una apuesta por el entendimiento y la convivencia pacífica.

Luego resulta que el año nuevo pugna por regresar al pasado, a la confrontación, al desencuentro; pero yo me resisto a caer en la trampa. Mis afectos inquebrantables perduran y no dependen de los vaivenes festivos, o de las costumbres sociales. Este año nuevo me abrazaré, con más fuerza, con todas las mujeres maltratadas por mi género; con las migrantes cuidadoras de los mayores; con los mendigos que piden limosna, a los que ignoramos o tildamos de vagos; con las personas mayores en soledad; con las familias diezmadas y perseguidas en Gaza; con mis convecinos que sufrieron la Dana y que todavía no han podido normalizar sus vidas; con todas las personas que no abusan de su poder para imponer sus ideas, o para enriquecerse impunemente…

Este año me abrazaré al convencimiento de que, a pesar de las injusticias, las guerras, la crisis climática y un panorama mundial poco halagüeño, el ser humano mejora con el tiempo; como el buen vino. ¡Feliz 2026!