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"Hay actitudes que no tienen cabida en el cuidado profesional"

"Hay actitudes que no tienen cabida en el cuidado profesional"

AYUNTAMIENTO DE CARTAGENA - Archivo

El respeto debería ser el pilar fundamental en el cuidado de personas dependientes. Cuando ese respeto se vulnera, el daño no es solo físico o emocional, sino profundamente humano. Una anciana padece parkinsonismo atípico y depende completamente de quienes la rodean. Estas condiciones eran conocidas por la cuidadora que se incorporó en abril. Sin embargo, desde su llegada, la convivencia se ha vuelto insostenible.

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Durante años, se ha mantenido una rutina de lectura diaria a la misma hora. Es un momento íntimo que le aporta calma y sentido. La nueva cuidadora, no obstante, se negó a facilitar esta actividad. No ofreció explicación alguna, obligando a justificar una costumbre que nunca debió ser cuestionada. Desde el primer día, esta persona intentó modificar rutinas sin consultar, ignoró indicaciones y actuó como si el entorno le perteneciera. Su actitud desafiante ha generado un clima de tensión que afecta directamente a la anciana.

Uno de los episodios más graves fue la insistencia en ofrecerle un tazón entero de fruta cruda para desayunar, a pesar de las advertencias sobre lo inapropiado de esa práctica. Solo tras una visita a una nutricionista se corrigió esta situación. A pesar de que la profesional confirmó que tal alimentación era perjudicial, la cuidadora mostró resistencia y puso en duda sus recomendaciones. La mejora de la anciana fue inmediata tras cesar esa práctica. Durante todo ese tiempo, sufrió innecesariamente por la falta de atención especializada y el desprecio a las indicaciones médicas.

El episodio más doloroso ocurrió recientemente, cuando la cuidadora intentó administrar la pastilla para dormir mucho antes de lo indicado, con la clara intención de que otra persona se marchara. Al señalarle que era demasiado pronto, se sentó en un sillón con el vaso en la mano, se le explicó el motivo del cambio y se le recordó que estaba trabajando en una casa ajena y que no se administraría el medicamento hasta media hora después, ya que en ese momento se estaba proporcionando un vaso de agua con espesante. Su respuesta, repetida y desafiante, fue un rotundo "no", dirigido al hijo de la anciana, delante de ella. Ella no pudo contener las lágrimas.

Este artículo es tan solo un testimonio de una actitud que no debería tener cabida en el cuidado profesional. No se trata de orgullo ni de control, sino de dignidad. Cuidar no es imponer, sino acompañar. Quien no acepte esta premisa -y dañe, con su proceder, la salud de una anciana y su entorno familiar- debería encaminar su carrera profesional en otra dirección.

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