Yo no quiero ser ni de España ni de Catalunya

España se ha roto en dos. Y no me refiero a la división entre Catalunya y el resto del país. Hablo de las personas. Familias rompiéndose, amistades que terminan, personas agrediéndose verbal y físicamente. Desde que empezó todo este lío, los insultos y las difamaciones reinan en las calles y en las redes sociales. Odio, odio y más odio. Odio para dar y regalar.

Parece que no hemos aprendido nada: ni siquiera interiorizamos la ley lógica de que el fuego no se apaga con más fuego. Somos incapaces de echar la vista atrás en la Historia y no cometer los mismos errores que la humanidad parece destinada a cometer una y otra vez, como un pez mordiéndose la cola.

Quizá hay quien piensa que no hay otra manera de cambiar las cosas. Pero sí la hay. Gandhi consiguió la independencia de la India por medio de protestas fieles a su ideología de no violencia. Rosa Parks comenzó toda una revolución con la elegancia de un 'no'. Nelson Mandela jugó un importantísimo y pacífico papel en la abolición del apartheid. Y Malala cambió el mundo con su blog a la edad de 12 años. La lista continúa. Deberíamos pegar sus fotos en el espejo, a ver si se nos pega algo.

Por el momento, yo no quiero ser ni de España ni de Catalunya. Soy de las personas con principios, de las que tienen opiniones distintas a la mía pero sobre todo respetan y contribuyen a la diversidad, de las que enriquecen, de las que tienen amor que dar y algo que aportar. Me declaro independiente de toda esta porquería. Os invito a colgar banderas blancas de vuestros balcones, o la bandera LGTB, el escudo de los Stark, el emblema de Hufflepuff, o a dibujar vuestra propia bandera.