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Una actitud frente a la inmigración partiendo de que nuestros antepasados fueron migrantes
zentauroepp44668663 a migrant is seen on board the mv aquarius as the rescue shi180815132916 / GUGLIELMO MANGIAPANE
Erika Ruatta
El debate que ha venido planteándose en los últimos años sobre el tema de la inmigración ha dividido mucho la opinión pública: hay quienes están a favor de la integración; en cambio, otros están en contra y hasta llegan a decir que los inmigrantes deberían regresar "a su país".
Entretots
Más precisamente, quienes se oponen nunca han vivido en carne propia el sufrimiento ni el dolor provocado por el abandono del país donde se criaron para ir en busca de una vida mejor, volviendo a empezar en otra nación desde el principio. Quizás dicha visión del fenómeno se debe a que Europa está viviendo la mejor época de paz: hemos vivido hasta ahora muchos años sin guerras, por lo cual no sabemos qué quiere decir tener que huir de su tierra natal o padecer en primera persona las privaciones, el hambre o la muerte que ello implica.
Sin embargo, no tenemos que olvidar que nuestros antepasados conocieron el problema de la inmigración años atrás. De hecho, muchos de nosotros tenemos parientes en distintas partes del mundo (que tal vez nunca hemos conocido), familiares que se establecieron y que viven allí, ya que ̶ en aquel entonces ̶ al faltar oportunidades de trabajo en Europa, salir para otro continente era la única solución. Todos hemos sido migrantes, de ahí que, siendo el fenómeno global, seamos una nación compuesta también por una parte de inmigrantes cada vez más importante.
Los "migrantes económicos" son algo muy diferente de los refugiados que conocemos hoy en día: estos últimos, en efecto, tienen que arriesgar sus vidas para conseguir en otra nación un futuro mejor y, muchas veces, lo hacen viajando en barcos, aguantando el frío y el hambre, esperando llegar al otro lado aún vivos y ̶ sobre todo ̶ no ser rechazados. Un ejemplo de tal actitud se halla en el caso del barco Aquarius, donde este repudio se convirtió en el fracaso de las políticas de refugiados de la Unión Europea.
Como italiana y como cristiana, me pregunto qué sentido damos hoy en día a las palabras "integración" y "acogida". El Papa Benedicto XVI nos dice que "cada país tiene que acoger la mayor cantidad posible de refugiados e integrarlos, educarlos, hallar un remedio para su situación familiar y brindales trabajo". No se puede ver al otro como si fuera un problema que resolver, sino como persona que hay que ayudar; por consiguiente, debemos pensar en invertir con inteligencia en aquellos países para crear empleo y educación. Si existiera una real educación del pueblo en valores, no habría tanta ignorancia e insensibilidad, dejaríamos de pensar solo en nosotros y empezaríamos a ponernos en lugar del otro, que no es diferente, sino simplemente forma parte de nuestra misma especie: la humana.
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