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"Cuando el transporte público es solo un discurso"

Los mayores apuestan por el transporte público pero siguen rechazando la movilidad eléctrica

Los mayores apuestan por el transporte público pero siguen rechazando la movilidad eléctrica / Archivo

Llevamos años escuchando que hay que apostar por el transporte público: para reducir emisiones, aliviar el tráfico, hacer las ciudades más habitables y garantizar el derecho a la movilidad de todo el mundo. El problema es que, más allá de los discursos y las ruedas de prensa, esa apuesta a menudo se queda en palabras. Para mucha gente, usar el transporte público implica encadenar combinaciones imposibles, esperar autobuses que pasan cada hora (con suerte) o asumir retrasos recurrentes que hacen inviable llegar puntual al trabajo.

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Por la noche y los fines de semana, en muchos municipios simplemente no hay alternativa: si no tienes coche, no tienes vida social, cultural ni comunitaria. Se nos pide que dejemos el vehículo privado, pero el servicio que debería hacerlo posible sigue funcionando como si la gente no tuviera horarios reales ni obligaciones.

Invertir en transporte público no es solo comprar trenes o autobuses nuevos; es garantizar frecuencias dignas, buenas conexiones entre pueblos y ciudades y horarios pensados para la vida cotidiana. Mientras tanto, hablar de “movilidad sostenible” sin reforzar el servicio es, sencillamente, pedir fe a quienes llevan demasiados años haciendo equilibrios con la paciencia.

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