"Septiembre: cuadernos nuevos, mundo viejo"

Septiembre siempre huele a forro de plástico y a rotulador recién abierto. Hay algo infantil y precioso en elegir agenda, pegar etiquetas torcidas, prometerse que este año sí: letra más grande, colores por asignatura, el margen sin tachones. Me pregunto si quienes vuelven al 'cole' (adolescentes, primeras veces en la uni) aún sienten ese cosquilleo. O si la incertidumbre se lo come antes de que empiece la clase.

Porque, fuera del pasillo de papelería, el mundo va rápido: alquileres imposibles, precios que suben, un planeta que arde, 'timelines' que no descansan y una inteligencia artificial que promete atajos mientras nos roba paciencia. A su alrededor, 'adultxs distraídxs' hablando de 'resiliencia', como si fuera un superpoder y no, muchas veces, un cansancio bien maquillado.

Aún así, septiembre es una promesa humilde: empezar otra vez. Un cuaderno en blanco que no resuelve nada, pero ordena un poco el ruido. Tal vez la pregunta no sea si comprarán libros con ilusión, sino si les estamos dando motivos para tenerla: aulas que escuchen, becas que lleguen, salud mental sin listas de espera, menos sermones y más tiempo.

Que el ritual siga importando: forrar un manual de segunda mano, escribir el nombre con cuidado, quedar en la puerta del metro cinco minutos antes. La ilusión no es ingenuidad; es también una forma de resistencia.

Ojalá este septiembre no sea solo volver, sino llegar: a un lugar donde aprender no sea una carrera de obstáculos, y donde cada página nueva no pese más que la mochila.