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"Propongo que recuperemos el derecho de la infancia a aburrirse"

Niños jugando en el colegio.

Niños jugando en el colegio. / Europa Press

"Me aburro". Esta frase, que antes era el inicio de una tarde de aventuras inventadas, ahora es la antesala para coger una pantalla. Los niños ya no saben qué hacer con el tiempo vacío si no tienen una pantalla cerca. Y no los culpo, el mundo que hemos creado tampoco lo sabe. Hemos vendido el aburrimiento como el enemigo número uno de la infancia. Y la solución fácil siempre es la misma: vídeos online, videojuegos, series infantiles...

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¿Cinco minutos de espera en el médico? Pantalla. ¿Viaje en coche? Pantalla. ¿Domingo lluvioso? Pantalla. Parecen entrenados para que no sepan estar consigo mismos. Todo esto quizás es conveniente para nosotros, pero devastador para ellos. Yo recuerdo veranos enteros construyendo cabañas con almohadas, pintando servilletas en los restaurantes, horas mirando por la ventana del coche, imaginando las formas de las nubes.

Aquel "no hacer nada" era, en realidad, hacerlo todo: aprender a imaginar, a crear los propios juegos, a gestionar la frustración. En una sociedad dominada por los estímulos, nos hemos acostumbrado a rechazar el aburrimiento cuando existen numerosos estudios que demuestran que el cerebro necesita aburrirse para desarrollar creatividad y autonomía.

Propongo recuperar el derecho sagrado a aburrirse: dejar la pantalla y mirar las nubes antes de que sea demasiado tarde.

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