"La ordinalidad: falsa garantía en la financiación autonómica"

El debate sobre la financiación autonómica suele presentar el principio de ordinalidad como solución mágica. Se argumenta que si cada comunidad recauda todos sus impuestos y luego contribuye a un fondo de solidaridad que respete el 'ranking' de riqueza inicial, el sistema será justo.

Catalunya mantendría su posición en recursos finales "per cápita". Sin embargo, esta garantía formal oculta un problema sustancial: la ordinalidad regula el orden, pero no la magnitud del esfuerzo solidario. La queja catalana no es sobre su posición en un 'ranking' sino sobre el volumen concreto de recursos que salen de su economía -unos 16.000-20.000 millones anuales-.

La ordinalidad nada dice sobre este monto. Un sistema puede ser perfectamente ordinal y seguir exigiendo a Catalunya una contribución que limite severamente su capacidad de inversión en infraestructuras, I+D o servicios sociales. Peor aún, la ordinalidad puede legitimar este drenaje. Al centrar el debate en la posición relativa, se desvía la atención del verdadero problema -la cuantía absoluta-. Se crea el espejismo de equidad mientras se perpetúa el mismo "pellizco" fiscal.

Un sistema realmente justo necesita, además de ordinalidad: límites explícitos a la contribución neta (un % máximo de su recaudación); corrección por necesidades reales de gasto (población envejecida, dispersión, costes); transparencia radical y gobernanza multilateral. La ordinalidad es condición necesaria pero insuficiente.

Sin estos complementos, seguirá siendo la coartada técnica que esconde una solidaridad desequilibrada y asfixiante para sus principales contribuyentes. El verdadero desafío no es mantener el orden, sino establecer una solidaridad predecible, limitada y proporcional.