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Esclavos del ocio para aparentar

Agència de viatges de Barceló, a Barcelona.

Agència de viatges de Barceló, a Barcelona. / ALBERT BERTRAN

El otro día paré en una agencia de viajes con mi prometida. Nos quedamos mirando todo tipo de ofertas en las que por la cantidad de cuatro cifras nos podíamos plantar en cualquier parte del mundo a vivir experiencias. Y si no es un viaje, es un tratamiento facial, la nueva moda de primavera o lo último en actividades de montaña. El mundo nos ofrece mucho y parece que el objetivo en esta vida es llegar a todo.

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Ante tal cantidad de ofertas, veo dos opciones: actuar o detenerse a pensar. Me da la sensación de que vivimos en una sociedad que cada vez actúa más y piensa menos; nos encanta actuar en las redes sociales, entre los amigos… Somos actores de primera demostrando que todo nos va bien. Y lo hacemos público porque buscamos aprobación, buscamos ‘likes’ y ‘followers’ que validen nuestra actuación porque no somos capaces de pensar para validarlo nosotros mismos.

Cuando no pensamos, solo nos queda una opción: actuar. Y día tras día nuestra sonrisa es portada de nuestro espacio ‘on line’ y así nuestra seguridad, nuestra personalidad, nuestros próximos pasos y, en definitiva, nuestros objetivos, los deciden los ‘likes’ de los demás. Y cuando tumbado sobre la cama, llega la hora de la verdad, en la que el mundo ya no habla y te toca hablar a ti, sigues actuando y haciendo una última revisión de redes sociales hasta que se te cierran los ojos.

Y así, viviendo tras los objetivos del resto del mundo, pasa la vida de la mayoría de nosotros. Nos pensamos que hacemos lo que nos da la gana porque actuamos como queremos, pero la libertad no se define en nuestros actos sino en el pensamiento. “La verdad os hará libres”, nos dijo Jesús de Nazaret. Así que seremos libres cuando pensemos en cómo actuar, no cuando actuemos sin pensar, esclavos del ocio que quiere el mundo. 

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