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"Con su discurso en la ONU, Trump sigue ampliando su repertorio de sandeces"

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. / SARAH YENESEL I EFE

Jordi Querol

La intervención de Trump en la última sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas fue increíble. Duró 56 minutos -cuatro veces más de lo que le correspondía-. En su discurso, Trump cuestionó la existencia de la ONU (Organización de Naciones Unidas), arremetió contra el alcalde musulmán de Londres, cargó contra las políticas de inmigración de otros países y lanzó un largo etcétera de acusaciones groseras a diestro y siniestro.

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Hace años, su larga corbata roja y sus chulescos andares fueron el inicio. Al poco tiempo nos acostumbramos a sus gestos discotequeros, a su pelo teñido, a su rotulador, a haber dirigido el asalto al Capitolio el 6 de enero del 2021, a sus numerosos espectáculos en el Despacho Oval, a sus aranceles, a sus 'chupitos' de lejía para combatir la Covid… La lista es extensa y describe con claridad a uno de los personajes más maléficos y peligrosos de la política actual.

Después de lo ocurrido en la Universidad de Utha, donde Charlie Kirk deja dos hijos y una mujer viuda sumidos en una inesperada y triste soledad, Trump ha empleado todo su tiempo en resaltar la ideología del loco asesino que apretó el gatillo. Y ahora, cuando era el momento ideal para hablar de ese tipo de locuras, de esas barbaries, de esos asesinatos, del por qué ocurren y de cómo podríamos evitarlos, él continúa ampliando su repertorio de sandeces, llegando incluso a vincular el consumo de paracetamol durante la gestación con el autismo.

Todo empezó con una larga corbata roja y ahora, que ya domina medio mundo, Netanyahu pide que se le otorgue el Premio Nobel de la Paz. ¡Realmente increíble!

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