La cuarentena nos ha pillado en Zahedán, una región remota de Irán

Hace dos  meses que aterrizamos en este maravilloso país, Irán. Un sueño para cualquier viajero por la hospitalidad de su gente. Estuvimos durante las protestas en noviembre por la subida del precio de la gasolina, y volamos a Teherán una semana después de la explosión del famoso avión ucraniano, cuando la crisis por la muerte de Qasem Soleimani aún seguía presente. Poco después se empezó a hablar del famoso coronavirus.

Ignorado al principio y temido poco después. Poco a poco las restricciones han ido aumentando y los turistas nos hemos ido situando en el punto de mira. Hace tres semanas intentamos salir del país, yendo a Dubái en autostop y ferri, pero un día antes de llegar al puerto todo se canceló. Nos vimos forzados a quedarnos en tierra. La única opción para salir del país son vuelos extremadamente caros desde Teherán a Barcelona.

Intentamos disfrutar del tiempo en Irán, visitando pueblos de costa, con discreción, respeto y precaución. Aun así, ha llegado el momento de parar, confinarnos en un hostal y esperar que pase la tempestad. Aquí llevamos 10 días. ¿Qué sentido tiene volver a Barcelona para estar encerrado? Nuestra voluntad es cruzar a Pakistán y por eso nuestro lugar de confinamiento es Zahedán, cerca de la frontera, capital de la provincia de Sistán y Baluchistán. Aquí, en este lugar tan remoto, pasamos nuestra cuarentena. Una oportunidad para aprender a estar con uno mismo y desarrollar la creatividad.

En un país con nuevos problemas cada instante, en una región remota y poco turística y en el punto de mira de las autoridades y la gente local, así estamos pasando la cuarentena. Aprendiendo algo de nosotros mismos cada día. No importa dónde estés, ni siquiera importa con quién estés, solo importa la capacidad de crear tus propios estímulos o de ser feliz sin las distracciones a las que estamos acostumbrados. Nosotros, @viajerosconingenio, lo intentamos.