"Para conciliar no basta con legislar, deberá cambiar la cultura del país"

Recientemente, Ikea ha anunciado que reducirá el horario de sus tiendas para facilitar la conciliación de sus empleados. Días antes, el Gobierno presentó una ley para reducir la jornada laboral a 37,5 horas sin bajar los sueldos. Aplaudo cualquier gesto que vaya en esa dirección, pero tengo la sensación de que aquí el problema va más allá de las empresas o los decretos.

En España, conciliar sigue siendo un privilegio. Y como en tantos otros casos, el privilegio lo marca el horario. Mientras en la Administración pública se entra a las ocho de la mañana y se sale a las tres de la tarde, muchas familias del sector privado siguen en sus puestos hasta las seis o las siete de la tarde. Por no hablar de lo poco que cuadra el horario escolar con el laboral. Es como si hubiera dos zonas horarias en el mismo país.

Y luego está lo cultural. Cenamos tarde, compramos tarde y vivimos tarde. ¿Qué comercio va a cerrar a las siete de la tarde si el cliente no ha salido aún del trabajo? Ikea cerrará a las nueve de la noche, lo cual sigue siendo dos horas más tarde que en buena parte de Europa. En Alemania, Francia o los países nórdicos (incluido Suecia, de donde es Ikea), los comercios cierran entre las seis y las siete de la tarde. Y la vida se ajusta en consonancia.

No basta con legislar. Cambiar la cultura de un país lleva tiempo. Pero si algún día queremos cuadrar horarios con el resto de Europa, también en lo social hará falta iniciativa común. Tal vez lo primero que deberíamos sincronizar con Europa sea el reloj.