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"En el caso de Charlie Kirk, yo no me precipitaría en el diagnóstico"

"En el caso de Charlie Kirk, yo no me precipitaría en el diagnóstico"

Europa Press/Contacto/Brian Cahn - Archivo

Jordi Querol

El asesinato del joven norteamericano Charlie Kirk pone la piel de gallina. Morir defendiendo democráticamente tus ideas en una universidad -refugio de la libertad de expresión y de la cultura- es una injusticia aterradora. Kirk era un hombre joven que, equivocado o no, siempre daba la cara; y ahora, de golpe, deja tras su muerte una mujer viuda y dos hijos sumidos en una inesperada y triste soledad.

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Como buen republicano, Kirk era muy crítico con el aborto y con las personas transgénero, y decía que las muertes por arma de fuego “valían la pena” porque mantenían vivos los derechos de la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense.

Cada dos por tres, desde EEUU recibimos noticias de este tipo: enfermos que disparan indiscriminadamente en colegios públicos, otros que matan en plena calle a diestro y siniestro, y el pasado jueves, 11 de septiembre, todo el mundo recordó la masacre de las Torres Gemelas de hace 24 años (2001) en Nueva York. Crímenes que después, son perseguidos con mucho rigor.

En el 'caso de Charlie Kirk' yo no me precipitaría en el diagnóstico: tenemos que esperar. Tarde o temprano se detendrá al brutal asesino y sabremos de qué tipo es su locura.

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