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"No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se aniquila a un pueblo de desnutrición"

"No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se aniquila a un pueblo de desnutrición"

Europa Press/Contacto/Omar Ashtawy

Usar el hambre como arma de guerra es una de las más deleznables violaciones de los derechos humanos, un acto de crueldad extrema que destruye no solo vidas sino también voluntades y futuros. Los criminales de guerra que recurren a esta práctica, como Netanyahu, no solo están cometiendo crímenes contra la humanidad, sino que eliminan generaciones enteras de un plumazo, sumiéndolas en un sufrimiento inimaginable e innecesario.

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La situación en Gaza es un claro ejemplo de esta barbarie. Su población, ya de por sí vulnerable, está siendo sometida a una guerra total, donde la muerte llega tanto por las bombas como por la inanición. Miles de niños han sido asesinados y otros miles están destinados a un futuro de desesperación y hambre crónica. Aquellos que logren sobrevivir, lo harán marcados para siempre por el daño irreversible que el hambre les habrá acarreado al truncar su desarrollo físico y mental. Las cicatrices serán indelebles.

El hambre como arma no solo es una violación flagrante del derecho internacional, es un genocidio. Asesinar a una población por desnutrición es una estrategia cruel y despreciable que debe ser condenada enérgicamente por toda la comunidad internacional. La Corte Penal Internacional debe actuar buscando justicia para las víctimas castigando a los culpables.

Tampoco el mundo puede permitir que este tipo de atrocidades queden impunes. El hambre como táctica de guerra no solo es una agresión fríamente calculada contra un pueblo, sino contra la humanidad misma. Cada día que pasa sin una respuesta contundente es un día más en que reina la injusticia y más vidas se pierden, no solo por las balas, sino por la barbarie de quienes creen que tienen derecho a arbitrar la vida de los demás.

No podemos quedarnos de brazos cruzados ante el genocidio silencioso que está teniendo lugar. La historia recordará a los responsables de esta monstruosidad y la condena, justa pero implacable, será, con suerte, la más mínima de las penas que habrán de recibir.

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