"El 1 de Mayo debe seguir siendo una fecha reivindicativa, para recordar lo logrado y lo que queda"

Cada 1 de Mayo, el calendario nos recuerda una fecha cargada de simbolismo: el Día Internacional del Trabajador. Se trata de una jornada que nos invita no solo a conmemorar las conquistas sociales y laborales alcanzadas a lo largo de décadas de lucha sindical y colectiva, sino también a reflexionar sobre los retos aún pendientes en el ámbito laboral.

Gracias al esfuerzo de generaciones, hoy contamos con derechos que en otro tiempo parecían inalcanzables: una jornada laborar máxima, el salario mínimo, las vacaciones pagadas, la protección frente a despidos injustificados o el acceso a la sanidad y la Seguridad Social. Estos avances han contribuido decisivamente al bienestar y dignidad de millones de personas.

Sin embargo, no podemos caer en la complacencia. Uno de los grandes desafíos que sigue sin resolverse plenamente es la conciliación entre la vida laboral y familiar. A pesar de las mejoras en políticas de igualdad y permisos de maternidad y paternidad, lo cierto es que muchas personas, especialmente mujeres, siguen soportando dificultades para compaginar su trabajo con sus responsabilidades personales. Jornadas extensas, horarios rígidos y falta de corresponsabilidad son obstáculos que impiden un equilibrio real.

En un mundo cada vez más consciente de la importancia del bienestar emocional y de la salud mental, urge que la conciliación familiar deje de ser una aspiración y se convierta en una realidad efectiva. Para ello, se necesitan políticas laborales más flexibles, teletrabajo regulado, incentivos para la corresponsabilidad y un cambio cultural profundo que valore por igual el tiempo de trabajo y el tiempo de cuidado.

El 1 de Mayo debe seguir siendo una fecha reivindicativa, un recordatorio de lo que se ha logrado, pero también de lo mucho que queda por construir. Porque solo con justicia laboral habrá una sociedad verdaderamente justa.