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"La vida nos empuja hacia adelante a una velocidad brutal, pero en algún momento hay que detenerse"

"La vida nos empuja hacia adelante a una velocidad brutal, pero en algún momento hay que detenerse"

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Hay películas que no solo nos cuentan una historia, nos encuentran cuando estamos perdidos. 'Paris, Texas' es una de ellas. No importa cuántos años pasen: siempre vuelve como una brújula muda.

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Wenders filma el desierto no como un lugar sino como un estado del alma. Cada plano, cada luz crepuscular, cada pausa parece recordarnos que a veces dejamos pasar lo que era importante sin darnos cuenta. Que hay momentos que ya no se recuperan. Amistades que se marchitan en silencios largos. Amores que se quedan atrapados en habitaciones que ya no pisamos.

Hoy, la vida nos empuja hacia adelante a una velocidad brutal. Todo es inmediato, productivo, veloz. Nos movemos como si nos persiguiera algo, como si detenerse fuera un lujo para otros. Pero 'Paris, Texas' nos enseña que en algún momento hay que detenerse. Hay que mirar. Hay que aceptar que el camino más corto no siempre lleva a casa.

No hay redención fácil en la película. No hay milagros. Solo la dignidad callada de intentar comprender lo perdido. Y a veces, solo eso basta. Ver esa película, como recordar a un viejo amigo o a un amor que no pudo ser, es volver a uno mismo. No para castigarse, sino para no olvidarse.

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