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Una palabra vale más que mil imágenes

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Rafael Gil

Casi nada merece la pena. O al menos no en la medida en la que estamos acostumbrados a valorar todo aquello que ansiamos obtener o conseguir aun peregrinando entre los caminos de la injusticia, la ilegalidad, y la falta de respeto a uno mismo. 

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A menudo -y cada vez más- a muchos de nosotros ha dejado de interesarnos ser fiel a unos principios, a las ideas que en algún instante de nuestras vidas le confiábamos la tarea de posicionarnos en alguna zona noble de la sociedad. El dinero y el poder obturan la buena fe de pocos, y la honestidad de demasiados. Y, si no, mirad a nuestros políticos. Intoxicados de pura demagogia barata, cobijados tras un telón de hipocresía le quitan hierro a todo lo que nos importa, nos concierne y nos preocupa. 

La red magna es el último recoveco donde todavía no han conseguido tapar la verdad, engañar a sus ovejas -al igual que en sus comicios- o usar a los medios de comunicación como si fuesen marionetas. Todos los diarios, la misma noticia, diferente historia. Todos los periódicos, idéntico material, distinto contenido.

Cada uno de ellos vive dependiendo de soberbios periodistas. Beben de la capacidad de unos pocos para transmitir al pópulo lo que necesitamos saber, cómo, cuándo y por qué. Extraordinarios comunicadores que a menudo soportan a la sombra de escritores frustrados su propio silencio. Todo está adulterado. Vemos cada día en televisión fulanos que jamás han pisado una universidad haciendo el trabajo de aquellos que realmente se lo merecen, y nadie hace nada.

La literatura no engaña, no necesita hambre, guerra o miseria para sobrevivir, no se sostiene como un parásito recogiendo historias impropias contadas por bufones con maquillaje. Los libros nos evaden de una realidad que puede ser más o menos satisfactoria para cada uno. Pueden pasar de un cuento a la más pura pasión prohibida. Del gran dolor en el fragor de la batalla, a la risa más sincera a orillas de un flexo que no va a parar hasta que le narres el final.

Una crónica, un buen artículo, está casi condenado a caer en el olvido. Un buen libro no puede desaparecer de tu memoria. Al igual que los grandes recuerdos, al igual que el primer beso. ¿Puedes expresar en ellos qué sentiste la primera vez que te enamoraste? ¿Crees que encontrar al amor de tu vida no debería ser primera página?

Cada uno de nosotros podría editar una serie de obras completas con todo lo que tiene guardado dentro de sí, pero sería algo que solo uno mismo disfrutaría plenamente. Tendríamos que encontrar algo que sintetizara nuestras emociones y sentimientos para compartirlos con el mundo entero, y sentir la maravillosa empatía de hallar alguien que se estremeciera leyendo análogas sensaciones. Muchos encontraron esa puerta al interior en la música.

Yo, en la escritura.

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