"Seguimos luchando"

Hoy me he levantado de mal humor. Así, de fábrica. Despierto del todo, ha llegado la pregunta.

¿Por qué? ¿Por qué este disgusto?

Me hubiese encantado poder mirarme al espejo y decirme, oye, que un mal día lo tiene cualquiera. Pero, a estas alturas, el topicazo de turno ya no me vale. Y por lo que veo entre mis allegados, a pocos les vale ya. Lo cierto es que el cabreo matutino no es el primero, ni va a ser el último, porque la inevitable conclusión a la que he llegado se va quedar conmigo un rato largo. Y esa conclusión es que vivo en un mundo que me da asco.

Tras nueve años en el sector cultural nocturno, hasta hace no tanto un refugio para los desencajados, marginados, tengo que ver cómo fondos buitre que especulan con tierras gazatís se apoderan de locales y festivales antes percibidos como santuarios de la libre expresión, de la diversidad, del amor al prójimo. ¿La resistencia recetada? Boicot.

No vayas, pero no vayas tú. Por esa misma razón, tengo amigos que hace meses que no tocan una Coca-Cola, fieles, con una disciplina de la que yo no gozo, al boicot a las empresas cómplices del genocidio palestino. Y no nos olvidemos de Ucrania.

Aquí, cada uno por su lado. Y eso, precisamente, es su gran victoria. ¿Que estamos a 45 grados a la sombra? A reducir emisiones. Coge el bus, pero cógelo tú. ¿Que España se quema? Pues agarra un cubo, vecino, y para el monte. ¿Ansiedad generalizada? Pirulas y 'mindfulness'. Priorízate.

Han individualizado la lucha, y así, uno a uno, nos van derrotando. A golpe de decepción, de desengaño, hasta que, como avestruces, enterramos la cabeza en la arena. Lo cual, por cierto, no hacen. A mí, sin embargo, me entran unas ganas terribles cada día.

Pero seguimos luchando.