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"El progreso no puede dejar a nadie atrás en favor de una solidaridad imposible"

Mujeres musulmanas con un un velo en una escuela

Mujeres musulmanas con un un velo en una escuela / El Periódico

El avance de la ultraderecha en todo Occidente no es producto de la idiotez de las personas que lo apoyan, eso sería como decir que la mitad de la gente es idiota, se trata de mucha gente. Hay que pararse a pensar un poco antes de inclinarse por lo más simple, aquí no cabe un occamismo. El movimiento global de ultraderecha no es fruto de un proceso ideológico que busque impedir el progreso social, se trata más bien de una rebelión contra lo que consideran un absoluto desmantelamiento de la moral y la costumbre occidental en favor de una convivencia global idealizada por la ingenuidad de la izquierda.

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No hay que olvidar que a ese impulso le precede una historia llena de equilibrios entre guerras, rebeliones y movimientos sociales que han hecho posible un mundo occidental totalmente secularizado, laico, con principios y valores democráticos, desde donde ha sido posible el derecho, la justicia y el progreso social. Al pretender extender ese proceso al resto del mundo sucede que muchas comunidades, sobre todo la regidas por el islam, son incapaces de lograrlo, ya que su sistema se fundamenta únicamente en la religión y el patriarcado, no han avanzado nada en cuanto a lo que entendemos por democracia ni se espera que se logre en mucho tiempo.

La gente que vota a partidos de ultraderecha es gente de clase obrera que ha sido olvidada por la izquierda en favor de globalizar el bienestar social conseguido por Occidente a lo largo de siglos. A lo que llaman buenismo es al pretender que la clase obrera autóctona ceda a los inmigrantes todo aquello que era antes imprescindible para su supervivencia: vivienda social, seguridad social, justicia social, etc.

No es que deban compartirlo, es que deben cederlo, ya que no pueden disponer de esos recursos que se priorizan al que más lo necesita. No es idiotez, es un clamor a la inteligencia. El progreso no puede dejarse a nadie atrás en favor de una solidaridad imposible, al menos del modo en que en la actualidad se pretende.

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