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"Aquí nadie dimite, porque nadie es responsable de nada"

Una imagen del hemiciclo del Congreso. / Rodrigo Jimenez

Una imagen del hemiciclo del Congreso. / Rodrigo Jimenez / Rodrigo Jimenez

Jordi Querol

El gran fallo de nuestra política actual es que entre nuestros dirigentes no existe ningún debate ideológico serio. Basta seguir las tertulias o leer la prensa para constatar que el insulto y la futilidad priman en la confrontación parlamentaria: la culpa es siempre del otro. Los errores del Gobierno actual de Pedro Sánchez son -y han sido- múltiples: el apagón eléctrico, los pactos con Bildu, los 1.500 asesores a dedo, el CIS de Tezanos, los indultos a golpistas, el asunto de los trenes, el apoyo a la okupación, el abuso de los decretos ley como única forma de legislar, los problemas judiciales de su esposa y su hermano, la corrupción de sus leales amigos Koldo, Cerdán y Ábalos, o los presupuestos que nunca aparecen.

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Siempre se busca un chivo expiatorio para eludir explicaciones y responsabilidades. A todo ello se suman los fallos en las pruebas mamográficas en Andalucía y en el control de las pulseras para agresores sexuales. Y, sin embargo, todo se eleva a una condición abstracta, como si los hechos hubieran surgido por sí solos, de la nada, y fueran imposibles de prever. Por eso, nadie dimite: porque nadie es responsable de nada.

Si la oposición hubiera sido otra -es decir, una oposición centrada, cabal y seria-, Sánchez, atrapado por los hechos enumerados anteriormente y muchos otros, ya no estaría en la Moncloa. Pero en este contexto abstracto y ruin, donde la oposición que lideran Feijóo y Vox ha pasado a ser un puro teatro, la ciudadanía considera a Sánchez un mal menor.

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