El reto de la botella, un juego de toda la vida

Se llama Michael Senatore. Tiene 18 años y es de EEUU. Dice ser el inventor del juego de moda: el reto de la botella. Se atribuye en reiteradas ocasiones ser el artífice de que la juventud no se quede en casa, abotargada por el imperio tecnológico. Con su invención, los chavales, prestos, sin pereza alguna, cogen unas botellas medio llenas y empiezan a lanzarlas millones de veces sobre distintas superficies, hasta conseguir dejarlas de pie.

Me alegro, de verdad. Es una opción económica y que no necesita enchufes. Sí, es cierto que reunirse en la calle para lanzar botellas, como si se trataran de estrellas ninjas, puede sociabilizar, pero casi seguro que acaba con la paciencia de los vecinos. No saben el ruido que genera.

Claro, que la idea es buena. Lástima que este caballerete no sepa que esas argucias intentando lo inverosímil, en busca del entretenimiento, hace mucho que se inventaron. No hace falta irse muy lejos para ver que los niños siguen jugando a fútbol, siguen tirando piedras al infinito e incluso algún inconsciente juega al pilla-pilla.

Enhorabuena por el adolescente Michael, pero lejos de ofrecer una solución a los problemas de sociabilización, considero que quiere su momento de fama que, por cierto, está consiguiendo. Nadie es inventor del juego más antiguo del mundo: pasárselo bien.