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La partitocracia

Jorge Delicado Miguel

Hace algunos años, en un programa de televisión, el hoy eurodiputado por Ciudadanos Javier Nart, enunciaba la expresión ‘partitocracia’ para referirse críticamente a los partidos dominantes de ese entonces. Hoy, su propio partido se podría englobar en aquello a lo que el eurodiputado atacaba de una forma tan clara que solo el más fanático se atrevería a poner en duda.

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Podemos bebe de la misma crítica a los partidos. Todos recordamos cuando los incluían como parte de la famosa ‘casta’. Debo decir que yo me creí ese discurso y actué en consecuencia la primera vez que voté en las elecciones europeas. A fin de cuentas, hacían primarias, asambleas y su líder hablaba muy bien. El tiempo me ha hecho darme cuenta de que no todo es oro todo lo que reluce y que el partido de Iglesias, tan democrático que era, es capaz de cambiar el rumbo ideológico y estratégico del día a la noche por cuestión de agradar a unos cuantos.

No me extenderé con UPyD, pero es cierto que lo podríamos tratar como el iniciador de esta crítica de una forma igual de hipócrita que los que vinieron después.

Me pregunto yo, la sustitución del sistema de partidos, o simplemente su renovación, ¿podrá venir de los mismos partidos que aspiran a representarnos? ¿O, en cambio, hacen falta nuevas propuestas desde fuera de la política representativa? Hay alternativas muy diversas, desde el anarcocapitalismo hasta el marxismo-leninismo pasando por el falangismo auténtico y el anarcosindicalismo, además de todas aquellas que están sin inventar. Pero parece que el que cuestiona la ‘partitocracia’ con un tono más o menos serio y no como mero decoro, está condenado a acabar en la ignorancia para la mayoría de la población. Creo que es hora de preguntarnos sobre quién tiene la culpa.

Pero el que menciono no es un problema estatal, ni mucho menos. En EEUU tenemos un concurso de popularidad ‘barato’ con financiación alocada por parte de Wall Street. América Latina sufre un ambiente polarizado entre una derecha que apoya al capital de las multinacionales y una izquierda que prefiere apostar por el ‘empresario patriota’. En el sur de Europa tenemos un sistema incapaz de contestar a la Europa de los lobis, y el norte de Europa, a pesar del menú de partidos variadito y el Estado de bienestar más fuerte del mundo, es igual de leal al poder económico (buscad “Suecia Marruecos Ikea” en Google).

Es hora de imaginar, de pensar de nuevas formas en la que los débiles tengan la capacidad de decisión que hoy no tienen. En nuevos modelos de sociedad fuera de las estructuras que se nos imponen. Nunca hubo un proyecto a gran escala como el que describo desde el socialismo soviético y aquello fue como fue. Pero no debemos perder la esperanza. Tenemos una eternidad por delante.

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