Uno de mis rincones más queridos de Catalunya es la Vall de Núria. Admito que he ido en 18 ocasiones y jamás me canso de repetir. Allí, en los alrededores del monasterio, me encuentro en la paz, tranquilidad y armonía más absoluta.
Ya solo el hecho de subir en el tren cremallera y admirar el monasterio, el estany (lago) y el resto del conjunto merece la pena. Es un paisaje alpino idílico a 2.000 metros de altura, el reino de los vallecitos verdes, de bosques ancestrales de pino negro, de riachuelos sepenteantes, de saltos de agua mágicos, de vacas y caballos pastando a sus anchas, de manadas de isards (rebecos) jugueteando entre los riscos.
Recomiendo encarecidamente ir desde Núria hasta el Refugi de l'Àliga, subir al Pic de Torreneules (extasiarse con las vistas) y bajar hasta Coma de Vaca. Allí se encuentra el "paraíso perdido", donde rebecos, marmotas y caballos semisalvajes te hacen creer que estás en un sueño. Regresa por el maravilloso Camí dels Enginyers a Núria. Y si lo que has experimentado no te gusta, es que no eres humano.