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"Un modelo educativo que no concilia"

ula de una escuela catalana, este curso.

ula de una escuela catalana, este curso. / Marc Asensio

Seguimos con un modelo educativo que apenas ha cambiado en 60 años. Entonces, la mujer estaba en casa y el padre trabajaba; hoy, afortunadamente, ambos forman parte activa del mercado laboral, pero el sistema escolar parece no haberse enterado.

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Las vacaciones de verano son excesivamente largas y se convierten en un rompecabezas imposible para las familias. ¿Cómo conciliar casi tres meses sin colegio, con jornadas laborales que apenas dejan margen? La solución, en muchos casos, pasa por abuelos, campamentos o renuncias, pero nunca por un calendario pensado para la realidad actual.

Otros países han encontrado fórmulas más equilibradas. En Alemania, por ejemplo, el verano dura solo seis semanas y los descansos se reparten a lo largo del año. En Japón, apenas tienen cinco o seis semanas de vacaciones estivales, con pausas más cortas en invierno y primavera. ¿Por qué aquí seguimos empeñados en concentrarlo todo en verano, generando tanta tensión a las familias?

A esto se suma una paradoja incomprensible: la educación pública, a la que suelen acudir precisamente los hijos de familias en las que ambos padres trabajan, acaba antes que la concertada. Una contradicción que refleja hasta qué punto no pensamos la escuela en clave de conciliación.

No se trata de quitar descanso a los alumnos ni de ignorar la labor de los docentes, sino de abrir un debate serio y necesario: ¿queremos un modelo educativo que responda a la sociedad de hoy, o seguimos anclados en el de hace seis décadas?

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