"El fraude del novio de Ayuso se acabará arreglando con Hacienda"

Lo habitual es denunciar la corrupción ajena para relativizar la propia, pero Isabel Díaz Ayuso, sabiendo que se la escucha, va más allá y asegura que su novio es "un brillante ejecutivo de empresa" que lleva muchos años declarando a Hacienda, que él personalmente está al corriente. El problema es con una de sus empresas, porque la inspectora no se ha creído dos facturas.

Todo es cuestión de envidia: tiene éxito económico, una novia sana que come mucha fruta, posee y usa un par de lujosos pisos bien montados en Madrid, y un coche deportivo. Un inspector tal vez hubiese entendido todo este asunto mejor, con cierta empatía y afinidad. Por supuesto no se van a encontrar víctimas directas afectadas (doctrina Botín) por lo que el delito, de haberlo, lo es menos. Su actividad comercial permitió la llegada de material sanitario cuando más se necesitaba en plena covid-19.

Lo único que falla en este argumentario 'ad hoc' es el número de puestos de trabajo que se han creado pese a todo. Aquí no hay empleados menesterosos y agradecidos a los que recurrir para que defiendan a su jefe o empleador, no existen trabajadores. Sigue siendo válido el hecho de que lo que ha ganado es suyo, con o sin delitos, mediante la propiedad privada , y eso no se discute.

Todo se arreglará mediante una negociación con Hacienda, y con la mayoría absoluta, que se conseguirá en las próximas elecciones autonómicas, todo esto se olvidará y quedará en nada, legitimando la actuación corruptora de las grandes corporaciones, imprescindibles para sustentar la colaboración publica y privada en la sanidad madrileña.

Los votantes deberíamos saber que el corrupto, como otro tipo de infractores, actúa siempre con 'economía mental': sopesa los costes y los beneficios percibidos de un acto de incumplimiento, y cuando estos superan a aquellos, se comete la infracción. Simplemente. No tienen nada de ilustres.