Cáncer: esperar a que el cuentagotas de la agonía acabe

Desde que se diagnostica el cáncer, la vida de la persona se vuelve un crisol de emociones, un campo de batalla, la batalla más difícil de librar, contra uno mismo. No se lucha tan solo contra la enfermedad, la persona se enfrenta a sus peores temores como puede ser la muerte, y debe lidiar por caminar hacia delante cargando el yunque de su dolor. La vida se convierte en una libertad condicional, ligada a un tratamiento agresivo. Si la persona sobrevive a la enfermedad debe hacerlo también a la cura, es un arma de doble filo.

La etapa más complicada, al menos desde el punto de vista de la familia, es la fase final. Ver a la persona consumirse lentamente. El tiempo es entonces un cuentagotas que con cada gota corroe el alma de los familiares cuya visión, como la mía, se torna agónica e impotente.

Es duro observar como la persona lentamente se marcha, como su cuerpo se deteriora progresivamente, avanzando lento pero sin detenerse. Como la vitalidad que antaño sus ojos desprendían se ausenta, y es sustituida por el cierre del candado de los párpados.

Y finalmente, sentir que lo último que queda es esperar, esperar a que el cuentagotas de la agonía acabe, y la persona se libere del yunque que tan duramente ha tenido que cargar.