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"El calendario de adviento se ha convertido en un catálogo de muestras"

Calendarios de adviento

Calendarios de adviento / Freepik

El calendario de Adviento nació como unas marcas de yeso en la pared para que los niños impacientes contaran los días hasta Navidad, no para vender 24 frascos de crema en formato “unboxing premium”. Hoy, en cambio, muchas marcas han convertido esta cuenta atrás en una estantería de miniproductos a precio de lujo, donde cada ventanita vale más por lo que se puede enseñar en redes que por lo que se vive en casa.

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Los calendarios ya no traen solo chocolate: hay versiones de maquillaje, miniaturas, juguetes o 'gadgets' que duran menos que el cartón que los envuelve, símbolo perfecto de una Navidad donde la sorpresa importa menos que acumular cosas. De hecho, parece ser que el ritual del “poco a poco” se ha convertido en un acelerador de consumo: 24 días, 24 compras, 24 recordatorios de que siempre te falta algo más.

La buena noticia es que el formato también sirve para hacer exactamente lo contrario: calendarios solidarios que financian proyectos sociales donde, detrás de cada puerta, hay una acción o un compromiso, no un objeto. Quizá el calendario de Adviento más radical, hoy, es el que se llena de tiempo y causas comunes, y deja las miniaturas de plástico en la estantería del supermercado.

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