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Una cuestión de respeto

 

  / ALBERT BERTRAN

Siempre que he tenido la oportunidad de hablar del tema soberanista he defendido que lo que se ha vivido en Catalunya en los últimos siete años no es una masiva ambición de independencia respecto del resto de España, sino una masiva petición de respeto. Siento que el pueblo español ha faltado al respeto al pueblo catalán. Histórica y  contemporáneamente.

Personalmente, hasta un momento determinado, a pesar de que sentía esa falta de respeto de manera latente, ese sentimiento de superioridad, ese gen conquistador del ciudadano español, nunca me planteé la posibilidad de separar políticamente Catalunya de España. Ese gen conquistador nunca me molestó. Yo era feliz en el 'statu quo' construido en la Transición.

Mis preocupaciones eran otras, más personales, más realistas, más cercanas. Para algunos, el punto de inflexión que arrastró a muchos catalanes a visualizar la independencia como alternativa a un Estado español al que habían dado por imposible fue la recogida de firmas contra el Estatut del Partido Popular. Para otros, fue la sentencia del Constitucional que recortaba ese Estatut. En ambos casos, la operación fue dirigida por los herederos de los dirigentes franquistas, la élite política que aún actualmente representa a una mayoría social / sociológica en este país.

En mi caso, me sentí directamente insultado y menospreciado de manera personal cuando Alfonso Guerra, con todo lo que su figura representaba, se jactaba en un mitin de cómo habían convertido la voluntad del pueblo de Catalunya en el "increíble Estatut menguante". Siendo insultante su discurso, la mayor decepción y el mayor desprecio me lo llevé al comprobar la reacción del público a sus palabras. Sin duda eran las palabras y el tono que querían escuchar.

Dos conclusiones al escuchar esas palabras en ese tono: a mi  no me van a tratar así y el Partido Socialista ha caído en las redes del Partido Popular ergo cambiar España va a ser imposible. La solución lógica és fácil: hay que salir de España. Corriendo. No  quiero tener nada más que ver con estos maltratadores.

Y ahí estamos, en este proceso de divorcio tan doloroso. El marido que pegaba a su  mujer no entiende nada y aún cree que, en última instancia, tiene derecho a matarla "porque era mía". Y la mujer, que no atiende a razones y ya no tiene miedo de las amenazas del marido porque sabe que, tras decir que se quiere largar de casa, va a ser peor si cabe convivir bajo el mismo techo.

Y a todo esto, las contraofertas. Las del partido popular no son tales. Se basan en la asunción de su  superioridad, en la humillación del territorio conquistado.La única contraoferta real que puede variar la tendencia social hacia la independencia es reconocer al pueblo catalán como sujeto político. Es la única manera de recuperar el respeto, y a la vez la mejor muestra de confianza que puede ofrecer España a Catalunya. Una verdadera redención.

Cualquier otro simulacro de "buenas intenciones"  por parte del marido maltratador será leído con total escepticismo por la mujer maltratada. Catalunya necesita tener la llave para salir de casa. Si la relación de pareja es sana, nunca va a querer salir. Si seguimos como hasta ahora, temo que se vaya a cometer un crimen machista, y eso solo les interesa a los de siempre. Y son los mismos en ambos lados. Los antagonistas del mismo perfil cuyo principal objetivo no son las sociedades que gobiernan, sino el puro y simple ejercicio de conservación del poder. Pedro, sé fuerte.

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