El síndrome de Vichy

En 1940, los alemanes invaden Francia, cae París, y el gobierno francés otorga plenos poderes al general Pétain para firmar el armisticio y establecer un régimen filonazi con capital en Vichy. Ese mismo día, el general De Gaulle escapa a Londres y proclama que encabezará la resistencia para derrotar al invasor y recuperar la independencia del país. Entonces DeGaulle parecía insensato, y el argumento de los defensores del régimen de Vichy, que no fueron pocos, era básicamente el siguiente: siempre será mejor claudicar y que nos dejen llevar la administración cotidiana a nosotros que no entregar directamente todo el poder a los alemanes. Argumento que la historia pronto demostró vano, pues los alemanes no escatimaron ultrajes a la población.

Salvando la distancia, eso es exactamente lo que la mayoría de gobiernos europeos, incluidos el español y el catalán, han argüido para asestar a sus ciudadanos la mayor somanta de palos que la generación de la democracia ha vivido. La estrategia de Vichy, convertirse en gestor obediente de los mandatos del invasor (léase la troika, los mercados o Merkel), ha dominado la política europea, española y catalana desde el 2010, y la justificación es siempre la misma, la haga el PP, el PSOE, CiU o más recientemente ERC: ya querríamos no azotaros así, pero como no podemos vencerles, mejor que seamos nosotros quienes os demos los latigazos, puesto que ellos los darían más fuertes y os dolería más.

Era fácil ver que después de todos los abusos que los disciplinados gobernantes pro-troika han cometido, en cuanto tuviéramos oportunidad de votar habría un terremoto político. La mitad de la población no quiere gestores que le hagan tragar la invasión con la excusa de dulcificarla si son ellos quienes la administran: quieren resistentes que luchen contra el invasor negándose a gestionar sus azotes. Los ciudadanos votarán cada vez más a quienes les ofrezcan eso en vez de la estrategia de Vichy, ya sea la Syriza griega, el Frente Nacional francés (¡gran ironía, los herederos del primer Vichy!), Podemos, o partidos ¿soberanistas? ¿Alguien pretenderá no entenderlo o reprocharles que prefieran plantar orgullosa batalla antes que doblegarse ante sus maltratadores? Futil intento, me temo.