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Ama de casa de día, enfermera de noche

Una enfermera atiende a una paciente en Urgencias del Hospital de la Vall d’Hebron.

Una enfermera atiende a una paciente en Urgencias del Hospital de la Vall d’Hebron. / JULIO CARBÓ

Hoy no voy hablar de política, esta vez lo haré sobre el colectivo sanitario. Este gremio al que todos los gobiernos, sea el que sea, nos tiene olvidados/as. Nosotros/as a los que se nos considera de una fuerza, psicológica y física, fuera de lo normal, también tenemos nuestro lado débil y quebradizo, como todo el mundo. No somos tan fuertes como la gente cree. No somos de otro planeta, y por lo tanto, también tenemos dolores, a veces, inculso se nos hacen crónicos y nos hundimos anímicamente en nuestra vida privada.

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Pero llegamos al hospital ,y esos "problemillas" los dejamos en casa, y nos enfrentarnos a la dura batalla que nos espera en nuestro turno. Una batalla a la que, muchas veces, llegamos hundidos y abatidos, pero sacamos fuerza de dónde sea para dársela a nuestros pacientes. Porque ellos, por encima de todo, son nuestra prioridad.

Sí, aquellas personas, postradas en una cama que esperan con impaciencia a que lleguemos para contarnos su historia o la propia evolución de su enfermedad. Aquellos enfermos que  nos "envidian" por tener esa salud de hierro de cara a ellos.

¡Qué diferente es la realidad! La mayoría de enfermeras, digo enfermeras porque en este colectivo somos mayoría, somos amas de casa y, antes de llegar a ese hospital en el que trabajamos, hemos tenido que hacer un sinfín de combinaciones para que en nuestra casa y  nuestra familia (sobre todo, las que tienen niños en edad escolar) quede lo más organizada posible y que nuestra ausencia en ellas se haga notar lo mínimo. Esto nos hace llevar, día a día, a un estrés que, la mayoría de las veces, evoluciona hacia un grupo de enfermedades que difícilmente están diagnosticadas como enfermedades profesionales (diabetes, hipertensión, dolores musculares, hernias discales, depresión...)

Y es que somos, amas de casa de día y enfermeras de noche. Pero aquí no termina todo, porque cuando llegamos a nuestro puesto de trabajo, nos encontramos con que los recursos de que disponemos, en cuanto a material o personal sanitario, son mínimos. Esto hace aún más que nuestro trabajo, tan humanitario, se entorpezca mucho más, y por lo tanto, aumenta nuestro estrés. 

Nada más empezar el turno, trabajamos a contra reloj, yendo de una planta a otra o llamando a farmacia para que nos dispensen la medicación, ya que la mayoría de las veces, la unidosis de los pacientes, está vacía. También hay falta de material sanitario que, como la medicación, tienes que ir a buscar a otra unidad. Y, como no, una persona muy indispensable en nuestra profesión como es el celador (en hospitales públicos) en turno de noche brilla por su ausencia. De esta forma, no queda otro remedio más que la enfermera, junto a la auxiliar o dos auxiliares, hagan este trabajo. De esta forma se va retrasando la medicación del paciente hasta una hora en que este debería estar descansado. A este estrés se le tiene que sumar el que ya traes de casa, por lo tanto, se eleva al cuadrado.

 Y aquí está mi pregunta: ¿dónde está ese dinero que se ha ahorrado en el recorte de nuestro sueldo, de nuestras pagas extras, de nuestros objetivos y del personal? ¿Por qué tenemos que ser nosotros los que nos sacrifiquemos y no los de arriba? ¿Dónde está ese sistema sanitario que era uno de los mejores, por no decir el mejor? ¿Quién se está beneficiando de todo esto? Los pacientes, que yo sepa, no, porque son los primeros en sufrir las consecuencias.

La vocación de enfermera, si no tenemos los medios necesarios, de poco puede servir.

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