"Els grafiters també són artistes"
Jordi Pausas París (França)
Contingut d'usuari Aquest contingut ha estat redactat per un usuari d'El Periódico i revisat, abans de publicar-se, per la redacció d'El Periódico.
Òscar Cantó
Cada año, cuando se acerca el 31 de octubre, me invade una mezcla de nostalgia y tristeza. Antes, esperábamos con ilusión el Día de Todos los Santos, o como decíamos en casa, la Castañada. Era una época mágica: el olor a castañas recién asadas, los boniatos humeantes, el calor del fuego y la emoción de salir con los amigos a la calle con un cubo lleno de castañas para venderlas por las casas. No había disfraces ni calabazas de plástico, pero sí una alegría auténtica, sencilla, compartida.
Entretots
Hoy, en cambio, parece que Halloween ha llegado para quedarse. Las tiendas se llenan de esqueletos, máscaras y caramelos importados, y poco a poco se va apagando el espíritu de una tradición que nos unía alrededor de algo tan simple como un fuego en un bidón de hierro y la compañía. No es una guerra contra lo nuevo, sino un llamamiento a no olvidar lo nuestro.
Sería bonito que las nuevas generaciones también conocieran el sabor de una castaña caliente en otoño, el valor de reunirse, de compartir y de vivir esa pequeña magia que no viene de Estados Unidos, sino de nuestros propios recuerdos. Al menos, eso es lo que yo intentaré inculcar a mis hijos, el sentido de tener algo que es nuestro, que no viene de ningún otro lugar, y que no necesita adornos ni disfraces para ser especial.
Ojalá muchos padres y madres hagan lo mismo, y mantengamos viva una tradición que, más allá del fuego y las castañas, nos recuerda quiénes somos.
Participacions delslectors
Mésdebats
el problema de la vivenda
El debat