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El móvil, omnipresente en nuestras vidas

moviles

moviles / JOSE LUIS ROCA

José Melero Pérez

El móvil va camino de convertirse en parte de nuestro cuerpo del que no podemos prescindir sin tener la mala sensación de que algo nos falta. Si lo olvidamos en casa, sufrimos el mismo mono que los que no se toman la droga al que son adictos. Volvemos en su busca para nuestra tranquilidad.

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Es un hecho que los que son adictos al móvil, dedicándole cuatro o más horas, son incapaces de desprenderse de él, estén donde estén: en la cama, en el lavabo, en las comidas, en los paseos, en la playa o en el coche. Móvil, por tanto, en todas partes, incluso cuando se está en familia o con los amigos. Ante la nueva adicción se ha inventado la palabra phubbing, para expresar cuando alguien ignora lo que sucede a su entorno, concediéndole toda la atención al móvil.

Quiero compartir mis experiencias entorno a este tema. He visto cómo un ciclista iba conduciendo una bicicleta sin sujetar con las manos el manillar por tenerlas ocupadas con el móvil. En un instante se salió del carril bici y rectificó, estando a punto de atropellarme. En un ferry que navegaba por el río Ebro había un grupo de adolescentes que no dejó de utilizar los móviles en todo el trayecto. Esos chicos y chicas no estuvieron atentos a las explicaciones que daban por megafonía. Tampoco prestaron atención a la variada vegetación y a los arrozales de las tierras colindantes con las orillas, a los peces que saltaban en el agua, al vuelo de las gaviotas y de los flamencos. Una triste imagen de desconexión de la realidad y de desprecio hacia el momento que podrían haber vivido y lo perdieron.

Son muchos los niños y adolescentes que se quejan de sus padres por no atenderles lo suficiente por estar demasiado tiempo conectados al móvil. Así muestran un mal ejemplo que se traslada a sus hijos.

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