"El amor a Dios, el amor humano rehúsa el egoísmo, la insolidaridad, la irrespetuosidad"

Se está imponiendo una nueva cultura: la cultura del desamor, del odio, de la venganza, del rencor, de la indiferencia. No sé si a esto se le puede llamar cultura, contracultura o qué. Pero el hecho es evidente; es una triste y lamentable realidad.

Paralelamente, las encuestas reflejan una bajada del índice de católicos, o de personas que se decían católicas. Es indudable que muchas de estas personas se han enredado con deberes, exigencias, obligaciones, etcétera, y no han profundizado en lo esencial: "Hemos creído en el amor de Dios: Así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Benedicto XVI). Y esa persona es Dios, es Jesucristo: Él nos amó primero. Y nosotros no hacemos nada más que corresponder a ese Amor, que es descanso del alma.

Pero el Amor a Jesucristo, como el amor humano, verdadero y bien entendido, es absorbente y lleva a rehusar determinadas acciones, obras o pensamientos que puedan herir o lesionar mínimamente ese Amor, o ese amor. No cabe, pues, el egoísmo, la insolidaridad, la irrespetuosidad... El Amor a Dios, el amor humano, es exclusivo; por eso no se puede enzarzar con otras actitudes negligentes o belicosas.