Alemanya ja farda de la seva quarta estrella

"Somos unos campeones muy merecidos. Somos unos campeones bárbaros. Nos lo merecíamos. En eso coincide todo el mundo, ¿verdad? Pero si Argentina hubiese contado solo con medio Messi, nos habría ganado. Estoy convencido".  Hace calor. Bueno, hace calor para tratarse de la alta Alemania. Stefan, el taxista que me lleva en su pulido Skoda Octavia Superb desde Chemnitz --la localidad más cerca al circuito de Sachsenring donde Marc Márquez la ha vuelto a liar (nueve victoria de nueve posibles, ya sí, la novena sinfonía del niño de Cervera)-- hasta el aeropuerto de Leipzig, inundado de compatriotas (suyos) que van a pasar sus vacaciones a Mallorca, está convencido de que la Copa del Mundo para Alemania es el premio a su campeonato, no tanto a la final.

"La final la pudo ganar cualquiera de los dos, por eso me parece bien que Argentina también celebre el subcampeonato", dice Gloria, la chica de Air Berlin que me extiende mi tarjeta de embarque. Asegura haber visto la final en una de las plazas de Leipzig donde se proyectaba a toda pantalla. "No siempre las tuve conmigo, aunque los alemanes somos muy orgullosos y todos estábamos convencidos de que el título era nuestro, de que nos lo iban a traer esos chicos", añade.

Yo, ves, como Gloria, pretendí ver el partido entre la gente que inundaba la plaza mayor de Chemnitz pero los alemanes, tan alemanes para todo, decidieron cerrar cinco o seis manzanas, cerrar la plaza principal de la ciudad, y solo dejar acceso a aquellos que tenían reserva en cualquiera de los restaurantes de la zona, así que tuve que conformarme con ir a un 'bareto' de la periferia y verlo con colegas que, una hora antes de que empezase la final, ya estaban tan contentos y felices como si la hubiesen ganado.

La bandera, omnipresente

Alemania, en efecto, ha despertado de la misma manera que se fue a dormir. Si es que alguien ha dormido esta noche en este país que, ya verán, ya, sí va a saber sacarle partido a este título, no como hicimos los españoles. Esta corona, esta nueva estrella, es lo último que le faltaba a Alemania, que perdió dos guerras y esta ganando la tercera sin pegar ni un tiro, para convertirse en la auténtica potencia del mundo mundial.

Aquí todos los coches, todos, llevan su banderita, inimaginable en España, ¿verdad? Aquí, hoy, a las siete de la mañana, todos los hombres llevaban camisetas de la selección; todas las señoras, un fular o guirnaldas con los colores de su bandera; y los niños, balones en las manos y camisetas de sus ídolos. Y, por supuesto, miles de enseñas lucen en sus balcones.

Ellos saben qué hacer con este título, el cuarto. "Puede que no seamos tan calurosos, tan forofos, tan religiosos como ustedes con esto del fútbol, pero sí sabemos que el mundo también nos analiza, nos mira, nos valora por lo que hacen nuestros equipos y nuestra selección, por eso era tan importante ganar este Mundial. Si estamos arriba en todo, debemos estar arriba en fútbol también", comentaba Boris, el jovencísimo recepcionista del Achat Comfort Hotel de Chemnitz al despedirme a las seis y media de la mañana.

Trabajo en equipo

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Alemania lanzó cohetes, salió a la calle, se emborrachó, esta vez con más razones que las habituales, sabiendo que se coronaba reina del mundo. Y que, tras un inmenso Mundial, tras haber protagonizado uno de los golpes más grandes de la historia del fútbol (sí, claro, el 1-7 a Brasil), con medio Messi, solo con medio Messi, habría regresado derrotada, que es lo que no es, ni se considera, a Europa. Y ese es también el valor que, probablemente, Angela Merkel le concederá a esta cuarta estrella: hemos sido los únicos europeos capaces de romper el maleficio de que el Viejo Continente siempre fracasa en América.

Ni que decir tiene que lo único que no entienden los alemanes, ni el mundo mundial (creo), es que sin llegar a medio Messi, Leo haya sido proclamado el mejor del torneo. Pero este país no está por títulos individuales. Este país lo hace todo en equipo. Y se nota.