Puigdemont, ni héroe ni villano

No veo la necesidad de hablar sobre el pasado de un hombre que actualmente está en boca de todos. Parece que fue ayer cuando se marchó a Bruselas junto a cuatro exconsellers más. En esos meses, el secretario general del PDECat vislumbró desde Bélgica cómo su partido caía en las encuestas y ensuciaban su nombre, hablando de él como un cobarde o desertor en las tertulias ciudadanas.

Algo debió hacer bien su partido cuando el 21-D consiguió unos resultados que, incluso los más fanáticos, no se imaginaban: 34 escaños, dos más que ERC. Todo se empezó a fraguar el 7 de diciembre, cuando se convocó una manifestación multitudinaria impulsada por los propios ciudadanos. Ese día, la figura del president dio un giro de 180 grados.

Por otra parte, no entendí esa magnífica congregación de catalanes en la capital europea. La respeto, pero no la entiendo. Mientras Oriol Junqueras estaba encarcelado en Estremera, Carles Puigdemont acudía a entrevistas y elegantes cenas. Sé que Puigdemont no estaba donde el quería estar, pero Junqueras tampoco, y lejos de ser visto como el que se quedó y dio la cara, su figura se fue diluyendo hasta ser eclipsada totalmente por la del president.

Yo no diría que Puigdemont es un villano, pero tampoco es el héroe del pueblo catalán. Por eso no puedo entender el odio que genera en unos ciudadanos y el cariño, entre otros. Admiro que su figura, ella sola, consiguiese derrotar a la izquierda catalana, también admiro su gestión durante el procés, lo que no puedo entender son otras cosas.

Siendo él el primero que antepone el independentismo por encima de todo, vista la situación actual, no le pido que vuelva-eso ya es decisión suya-, lo que le pido es que dé un paso al lado. Pedir ser presidente simbólico a estas alturas me parece una falta de respeto a todos los catalanes que velamos por nuestro futuro. El procés está muy por encima de personalismos, e incluso ERC ya se ha dado cuenta.