La paradoja de 'la tortuga y yo'

Las paradojas siempre me han fascinado, en especial la de 'Aquiles y la tortuga'. Pero no tal y como la formuló Zenón de Elea, sino que yo intuía que detrás de ella había otro nivel de interpretación, un potente trasfondo teológico, algo así como que cuantas más prisas nos demos por alcanzar una meta, más se alejará esta de nosotros. Algo que yo experimentaba a diario en mi búsqueda de un poder superior, como yo lo concebía.

Una noche tuve un sueño que me gustaría compartir con quienes esprintan en pos de poderes que consideran superiores como, por ejemplo, una república independiente. En ese sueño simplemente me detuve y me senté.

Entonces la tortuga giró el cuello hacia atrás, me miró, retrocedió y se puso más a mi alcance que cuando corría furioso hacia ella. Como yo me mantenía inmóvil y miraba hacia otros objetivos, retrocedió más todavía. Solo tuve que alargar la mano.

Con todo el cariño y la parsimonia de que fui capaz, no hace falta decirlo. Desde entonces me sigue a todas partes, enredándose en mis pies, haciéndome tropezar con ella o pisarla a menudo, hasta el punto de que me pregunto si valió la pena perseguir la república.

Repito: me fascinan las paradojas. Si son futuristas, más aun.